Los beneficios fiscales -exención de pago de plusvalías- o la capitalización compuesta -obtener rentabilidades sobre rentabilidades anteriores- son algunos de los beneficios de invertir a largo plazo.

En un contexto incierto de mercado, donde la alta volatilidad lleva el timón, debido a una multitud de factores que afectan al comportamiento de este y con titulares no muy esperanzadores en prensa, es muy fácil dejarse llevar por todo ese ruido a la hora de invertir o desinvertir.

A la hora de definir una nueva estrategia inversora o tan solo asentar la estrategia ya existente en dicho entorno, hay que tener en cuenta dos factores significativos: el perfil de riesgo inversor y el horizonte temporal de inversión -corto, medio y largo plazo-. Uno consecuente del otro, y en donde el horizonte temporal se define siempre como una variable fundamental para considerar en cualquier proceso de inversión.

En el corto plazo -con vistas aproximadas a 1 año-, la estrategia se debería centrar en proteger el capital y, entretanto, en el largo plazo -más de 5 años- buscar la máxima rentabilidad, cómo puede ser a través de la bolsa.

En el caso hipotético de un perfil de riesgo conservador o para inversiones en el corto plazo, se podría a modo de ejemplo, recurrir a instrumentos financieros de renta fija, ya que los mercados de renta variable suelen conllevar una mayor volatilidad.

Canalizando la inversión en ese margen temporal, en la renta fija pública, el inversor puede acudir a Letras del Tesoro o deuda autonómica, mientras que, en renta fija privada, los pagarés de empresa o fondo de inversión conservadores se perfilan como alternativas.

A efectos teóricos, en este tipo de vehículos prima la liquidez y el control del riesgo, evitando así inversiones con elevada volatilidad que pongan en riesgo el capital invertido.

No obstante, si invertimos en renta variable, siempre debemos fijarnos en el largo plazo.

Para este horizonte temporal, las acciones o los fondos de inversión son algunas de las elecciones que permiten invertir en los mercados de valores, siendo los fondos de inversión en renta variable una de las opciones más acordes para aquellos perfiles de riesgo menos conservadores.

Volatilidad: un riesgo inherente al largo plazo

Bajo la fotografía macroeconómica y de mercados que nos acontece, invertir en el largo plazo en renta variable se convierte una alternativa clave a la hora de obtener rentabilidades futuras, y no solo como una herramienta que permite soslayar decisiones erróneas frente a la observación diaria de los mercados financieros.

Es cierto que los mercados de renta variable pueden incurrir a pérdidas, pero es necesario tener en cuenta que las caídas forman parte de su naturaleza, aunque, del mismo modo, pueden ofrecer retornos interesantes, puesto que la bolsa ha sido históricamente uno de los instrumentos más rentables.

Por esta razón, para asimilar las fluctuaciones y no dejarse llevar por la incertidumbre generada por la disminución del valor de la inversión en momentos difíciles, la fórmula radica en tres pilares: diversificación, paciencia y convicción.

Invertir en el largo plazo a través de fondos de inversión

Al invertir con la mirada puesta en el largo plazo, como inversor es crucial tener en mente un compromiso con el plan de inversión preestablecido.

Por esta razón, es de suma importancia no dejarse llevar por las emociones en momentos de caídas y transformar este criterio en una ventaja, más que en una desventaja. Por ejemplo, en aquellos periodos cruciales donde las valoraciones son más bajas,  pueden realmente ser buenos momentos de entrada en el mercado.

A este punto hay que sumarle, los beneficios que ofrece la inversión a largo plazo, si hemos decidido hacerlo a través de instrumentos financieros como son los fondos de inversión -capitalización compuesta y beneficios fiscales -.

La primera se centra en el beneficio que ofrece la «capitalización compuesta», es decir, «obtener rentabilidad sobre rentabilidades anteriores, o dicho de otra manera, intereses sobre intereses». A través de ella, se obtiene un beneficio de las matemáticas y de la capitalización de los intereses que hacen que la rentabilidad sobre la inversión sea mayor cuanto más tiempo pase. Su efecto a lo largo de los años es un factor muy notable, del que un inversor que invierte en el corto plazo no se beneficiaría.

Otra de las preeminencias que caracteriza invertir en fondos de inversión en el largo plazo es su favorable fiscalidad, que radica en la exención del pago de plusvalías generadas cuando el fondo vende activos que posee en su cartera y en el traspaso de un fondo a otro.  Lo que nos permite que las cantidades que se hubiesen pagado en impuestos sigan trabajando para nuestros intereses. Unos importes que, en caso de comprar y vender y realizar plusvalías operando a corto plazo, estarían en las arcas de la agencia tributaria.

Equipo de Comunicación Beka Finance.

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